
Autor: Mtr. Adriana Pacheco Leyton
Docente de la Universidad Católica San Pablo (USCP)
Años atrás defender este derecho parecía redundante pues, en la tradición jurídica, como ya es sabido, el derecho a la vida es el presupuesto principal de los demás derechos que convierte a la persona en un sujeto de derechos y obligaciones.
La problemática que ha venido ocupando al jurista, es el reconocimiento del instante preciso de la existencia humana, para garantizar su protección. Decimos reconocimiento pues éste es el deber del legislador, mas no lo que se ha venido pretendiendo hacer en los últimos años: pretender que las leyes decidan arbitrariamente sobre una realidad biológica innegable. En otras palabras, pretender que la ley decida sobre el momento en que se inicia y finaliza la vida humana.
Podemos atribuir a esta pretensión, diversos motivos de índole económico, político y social. Hemos incluso escuchado opiniones controvertidas que nos han ido alejando del motivo principal que llevó al legislador asumir la problemática para darle la máxima protección.
Al respecto podemos preguntarnos ¿Por qué debemos defender este derecho ahora? La respuesta -desde una óptica jurídica-, es simple si se tiene claro que la vida es un bien inherente a la persona humana. Debemos defender la vida, porque como sostuvimos líneas arriba, estar vivo es el presupuesto primordial para ser sujeto de derechos. La vida supone un bien que todos tenemos por igual y que nadie nos la puede negar, pues reconoce en nosotros, un valor anterior a la norma. Un valor que la persona humana posee y que en virtud a ella estamos por encima de la creación. Este valor llamado Dignidad Humana.
La respuesta se puede complicar si, al hacerlo imponemos condiciones al hecho de la existencia; pretendiendo dominar el hecho con regulaciones que no hacen mas que entorpecer la protección de la vida.
Entonces, ¿Quiénes deben defender este derecho? Todos estamos llamados a defenderlo en la medida de nuestras posibilidades. A todos nos atañe esta problemática. Más aún cuando vemos que nuestros representantes en el Congreso, a quienes les otorgamos las facultades para tomar decisiones por nosotros, no obedecen a nuestra voluntad expresada en estudios, cifras y costumbres que muestran a una sociedad que protege la vida; sino que están obedeciendo a parámetros impuestos por otras sociedades y legislaciones ajenas a nuestra realidad peruana.
Es cierto. No todos tendremos la oportunidad de presentarnos ante el Congreso y mostrar el sentir de la mayoría de familias que protegen la vida en todos sus extremos. Pero si tendremos la oportunidad de sembrar en nuestras familias, valores que contribuyan a mantener el respeto por la vida, enseñar con el ejemplo, proteger al mas indefenso; afirmar en cada oportunidad que se nos presente, nuestra férrea convicción de que respetar el derecho a la vida, es la única garantía que tenemos para proteger a la familia de la violencia que pretende desvalorizar nuestra dignidad humana y disfrutar de una sociedad justa y solidaria.
La oportunidad de sumar y ser una voz mayoritaria la tenemos en la Marcha por la Vida. Existen muchas instituciones a las que uno se puede sumar y alzar la voz y poder mostrar nuestra voluntad indubitable: ¡Nosotros conocemos nuestros derechos! ¡Nosotros defendemos la Vida!
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