Aprovechando su estancia en Portugal por la JMJ 2023, el Papa Francisco visita a sus hermanos Jesuitas y en un diálogo abiero y sincero uno de ellos le pregunta puntualmente sobre el tema de los homosexuales y cómo debe afrontarlo la Iglesia y nosotros sus miembros, he aquí el breve diálogo:

Santo Padre, soy João, lo abracé en Roma hace algunos años, no le dije mi nombre porque estaba demasiado nervioso. Trabajo en el centro universitario de Coimbra. Le voy a hacer una pregunta difícil. En su discurso, en la ceremonia de acogida el jueves pasado, aquí en Lisboa, dijo que todos estamos llamados tal como somos, y que en la Iglesia hay espacio para todos. Yo trabajo pastoralmente con jóvenes universitarios todos los días, y entre ellos hay muchos que son muy buenos, muy comprometidos con la Iglesia, con el centro, y que son muy amigos de los jesuitas, pero que se identifican como homosexuales. Se sienten parte activa de la Iglesia, pero muchas veces no ven en la doctrina cómo vivir su afectividad, y no ven la llamada a la castidad como una llamada personal al celibato sino más bien como una imposición. Sabiendo que en otros ámbitos de su vida viven vidas virtuosas, y que conocen la doctrina, ¿podemos decir que están todos equivocados, porque no sienten, en su conciencia, que sus relaciones son pecaminosas? ¿Y cómo podemos nosotros actuar pastoralmente para que estas personas se sientan, en el modo en que ellos viven, llamados por Dios a una vida afectiva sana y que produzca frutos? ¿Podemos reconocer que sus relaciones son capaces de ser semillas del verdadero amor cristiano, como el bien posible que pueden realizar, como la respuesta posible que pueden dar al Señor?

Yo creo que sobre la llamada a «todos» no hay discusión. Jesús en eso es muy claro: todos. No quisieron venir a la fiesta los elegidos. Entonces él insta a salir a los cruces de los caminos e invitar a todos, todos, todos. Y para que sea claro, Jesús dice «sanos y enfermos», «justos y pecadores», todos, todos, todos. En otras palabras, abrir la puerta a todos, todos tienen lugar en la Iglesia. ¿Cómo va a vivir eso cada uno? Ayudémoslos a vivir de modo que ese lugar sea uno de madurez para ellos, para todo tipo de personas.

Conozco un sacerdote en Roma que trabaja con chicos homosexuales. Evidentemente hoy día el tema de la homosexualidad está muy alto, porque según las circunstancias históricas esto cambia. Pero a mí lo que no me gusta es que esté la lupa puesta en ese «pecado de la carne», como antes estaba puesta en el sexto mandamiento. Si explotabas a los obreros, o si mentías o si estafabas, eso no era importante, pero sí los pecados de debajo de la cintura, esos sí eran relevantes.

Así que todos están invitados. Este es el punto. Con la metodología pastoral que convenga a cada uno. Eso sí, no hay que ser ingenuos, y obligarles a veces a una pastoral para la cual todavía no están maduros, o no son capaces. Para acompañar espiritual y pastoralmente a las personas se requiere mucha sensibilidad y creatividad. Pero todos, todos, todos están llamados a vivir en la Iglesia: nunca olviden eso.

Aprovecho tu pregunta para agregar una cosa sobre las personas transexuales. Los miércoles, en la Audiencia General, hay una monja de Charles Foucauld, la hermana Geneviève, que tiene 80 años y es capellana del Circo de Roma con otras dos monjas. Vive en una casa rodante al lado del Circo. Un día las visité. Ahí tienen su capillita, la cocina, el lugar donde duermen, todo muy bien organizado. Y esta monja trabaja mucho con chicas transgender. Un día me dijo: «¿las puedo llevar a Audiencia?». «Por supuesto», le dije, «¿por qué no?». Y siempre vienen grupos de chicas trans. La primera vez que vinieron, lloraban. Les pregunté por qué. Una de ellas me dijo: «¡no pensé que el Papa me podía recibir!». Después de la primera sorpresa ya se acostumbraron a venir. Alguna me escribe, y yo le contesto por mail. ¡Todos están invitados! Me di cuenta de que estas personas se sienten rechazadas, y eso es realmente duro.

Fuente: La civilta cattolica

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